La vida tras los ojos de Cristina (2)
(Haciendo un viaje al pasado me sumerjo en el mar de mis recuerdos. Escojo uno y me adentro en él.)
Estamos en clase. Sociales. Mi tutora parlotea de espaldas a la pizarra sin fijar la vista en ningún punto concreto. A mi izquierda, los pupitres alineados lucen con tropas de caballeros que, por algún motivo, miran mi excluido (y marginado) pupitre con una mezcla de saña y desdén. Me siento como si fuese un animalillo indefenso. (Esa clase solía hacerme sentir así.) Como no puedo hablar con nadie y no pienso atender me concentro en mis dibujos. Los lápices, como diluyendose en mi libreta, me distraen. Hasta que la oigo llamarme en un susurro.
(Ahí van detalles acerca de sus llamadas, de sus caprichos y sus reacciones.)
Cristina siempre contaba con el factor sorpresa, pues no había nada más sorprendente que admirar a una persona que se viste por fuera con ropa que no le queda por dentro.
Ella nunca mostraba sus sentimientos con claridad, y era a menudo falta de efusividad, lo cual la hacía más característica.
Sus labios eran capaces de conmocionarte sobrepasando los límites permitidos de velocidad al hablar, pero lo mejor era reflejarte en sus ojos cuando conseguías que estos se abrieran, cuando conseguías sorprenderla a ella.
(De vuelta a mi recuerdo empapado...)
La miro y me tiende su mano con algo arrugado entre sus dedos. Como si de algo increiblemente prohibido e ilegal se tratase tomo el papel y lo aliso en mi mesa.
(Ahora toca mi parte, mostrar algo de lo que Cristina gustaba de hacerme sentir)
Sonriendo vuelvo a leer la nota. En menos de tres segundos Cristina había derrotado a los caballeros que se erguían en mi contra, había hecho desaparecer esa sensación de impotencia y debilidad que se sentaba a mi lado. Con menos de cuatro palabras Cristina había conseguido hacerme feliz.
(Aquella fue la primera vez que Cristina me demostró algo. Y solo tuvo que escribir "IMPORTANTE: Te quiero.")
Estamos en clase. Sociales. Mi tutora parlotea de espaldas a la pizarra sin fijar la vista en ningún punto concreto. A mi izquierda, los pupitres alineados lucen con tropas de caballeros que, por algún motivo, miran mi excluido (y marginado) pupitre con una mezcla de saña y desdén. Me siento como si fuese un animalillo indefenso. (Esa clase solía hacerme sentir así.) Como no puedo hablar con nadie y no pienso atender me concentro en mis dibujos. Los lápices, como diluyendose en mi libreta, me distraen. Hasta que la oigo llamarme en un susurro.
(Ahí van detalles acerca de sus llamadas, de sus caprichos y sus reacciones.)
Cristina siempre contaba con el factor sorpresa, pues no había nada más sorprendente que admirar a una persona que se viste por fuera con ropa que no le queda por dentro.
Ella nunca mostraba sus sentimientos con claridad, y era a menudo falta de efusividad, lo cual la hacía más característica.
Sus labios eran capaces de conmocionarte sobrepasando los límites permitidos de velocidad al hablar, pero lo mejor era reflejarte en sus ojos cuando conseguías que estos se abrieran, cuando conseguías sorprenderla a ella.
(De vuelta a mi recuerdo empapado...)
La miro y me tiende su mano con algo arrugado entre sus dedos. Como si de algo increiblemente prohibido e ilegal se tratase tomo el papel y lo aliso en mi mesa.
(Ahora toca mi parte, mostrar algo de lo que Cristina gustaba de hacerme sentir)
Sonriendo vuelvo a leer la nota. En menos de tres segundos Cristina había derrotado a los caballeros que se erguían en mi contra, había hecho desaparecer esa sensación de impotencia y debilidad que se sentaba a mi lado. Con menos de cuatro palabras Cristina había conseguido hacerme feliz.
(Aquella fue la primera vez que Cristina me demostró algo. Y solo tuvo que escribir "IMPORTANTE: Te quiero.")
QUE BONICA CRISBE TIO
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