La hiedra durmiente

Mi niña, eres la musa de mis canciones tristes...

Érase una vez y otra y otra y otra vez,
era una de esas en las que vuelves a caer.
Una planta sin flores que parece marchita,
pero que cada año crece y hasta luce bonita.
La hiedra durmiente, enredada entre la gente,
se extiende, se parte, la cortan y entreteje
sus ramas y hojas, sus rayadas, sus historias...

Siempre perdiendo, nunca florece, ella lo intenta
mientras otros dan por hecho que muere.
Que no vale, que se seque.
Estará dormida, susurran, porque no da vida...
La hiedra durmiente entre voces malolientes
tiene un aroma independiente.
Parece que flaquea, que se pierde... 
Pero ella siempre tiene ángeles que la rieguen.

Le gusta jugar con fuego y navajas de filo,
momentos puntuales marcaron su destino,
creó fama sin amigos, corazón dolorido.
Escribe poesía sobre sus desatinos...
La hiedra durmiente cree en el amor,
es apasionada y vive noches de terror, pero amanece.

Ella amanece.

Pocos lo notan, pero el sol la quiere.
Porque despertar, a veces, es suficiente.
Cuando vives intentando sobrepasar el muro de Berlín, el frío y las pesadillas, la sangre que te llega a las rodillas... 

Mientras amanezcas, mi hiedra durmiente, yo me encargaré de protegerte. Yo recogeré tus lágrimas, te extenderé un puente, nunca me cansaré de quererte. 

Pca, la hiedra durmiente.

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